viernes, 26 de octubre de 2007

“ESTOY MAL”. PROBLEMA DE LAS “ETIQUETAS"


"Primero, no dañar"
Hipocrates

“No es lo mismo sufrir que estar deprimido aunque se parezcan”


"La vida implica sufrimiento"

"Nadie está libre de la adversidad"

Para la sabiduría popular… cualquier persona que llore, pierda el interés por las cosas habituales, duerma mal, adelgace o engorde mucho, tome pastillas con avidez, o interrumpa el normal funcionamiento de la familia- es marcada mediante ciertos nombres o formas de nominar que se extraen por lo general del léxico médico o psicológico, tan de moda últimamente, y la conclusión casi siempre es: “está deprimido” o “está bajoneado”…. es un lugar común.

Esta idea en general está muy bien siempre que hablemos de los altibajos naturales de la vida para no “medicalizar” o “patologizar” conductas que fuera de ser un tanto inusuales, extravagantes o molestas para los demás no pueden ni deben ser consideradas como “enfermedades”

Es mejor no poner etiquetas a quien sufre por ejemplo, adversidades o grandes éxitos propios de la vida personal o familiar, laboral, económica o social. Los grandes cambios estresan a todos.

A nadie le servirá para nada saber que tiene una personalidad un tanto melancólica. No es un problema de términos ingeniosos.

El problema…cuando es que hay uno… es que las enfermedades sí existen y que deben tratarlas los profesionales más capacitados para ello. Por eso se tendría que recordar que frente a una enfermedad física, psíquica o psicosomática se puede y se debe consultar con un profesional. Lo ideal es con más de uno.
A lo largo del tiempo puede resultar más caro y costoso en todos los sentidos, subestimar la posibilidad que una persona esté enferma y que deben tratarla profesionales.

Las personas que se sienten angustiadas o deprimidas suelen tener temor de demostrarlo y no solo en su trabajo sino también ante sus seres queridos.

Pueden ser reacios a pedir ayuda porque para la mayoría de la gente, el ser calificado como enfermo mental sigue siendo un estigma social (estar loco) negativo, algo “malo” que puede ser definitivo y que finalmente puede llevarle a la perdida del amor o a la incapacitación.
“Yo no estoy loco” es la respuesta más común que dan muchas personas cuando alguien les sugiere “ir a un psiquiatra” o a un psicólogo.

Siempre hay que recordar que frente a las situaciones críticas, adversas o exitosas de la vida: separación de la madre, escolaridad reciente, pubertad, menarca, adolescencia, casamiento, embarazo, crianza de los hijos, separaciones o divorcios, pérdida de seres queridos o de una buena situación económica o social, despidos, enfermedades orgánicas y tantos otros males que nos asolan, la respuesta más normal suele ser una gran tristeza por lo perdido más toda la cantidad de síntomas que ustedes deseen, que pueden durar entre varios meses y un año y medio, aunque más también…

Si el duelo y la tristeza profunda persisten mucho después de ese tiempo, no habiendo motivos claros, puede que nos encontremos frente a una depresión u otra enfermedad, una caída de la que nadie está a salvo, sufriendo complicaciones de su tristeza, ansiedad o síntomas iniciales.

Pero poner “nombres” o etiquetas que descalifican a las personas, suele ser una agresión más o menos encubierta. Aunque muchas veces los culpables del bautismo, sean los profesionales mismos.

No hay caso. No podemos salir de la asociación estigmática de enfermedad con debilidad moral, al mejor estilo Lombroso. Que con solo mirar a la gente… ya sabía quien era el “culpable”… no. Las cosas no son tan simples.



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