miércoles, 8 de octubre de 2008

LAS SIETE PLAGAS



Todas las grandes ciudades tienen las siete plagas, que para no perder su valioso tiempo pasaré a relatar:

1) Hierro y cemento, que lo invade todo. No han dejado ni un pedacito de color verde pasto. En los años recientes han hecho hasta los árboles y los habituales pichichos de hierro y plástico. Edificios de cemento, calles de cemento, plazas de cemento, parques de cemento, gente de cemento.

2) Edificios que tapan el sol. Edificios por todos lados. Dama por torre. Nadie quiere vivir ni a media hora de los edificios del centro de la ciudad. Edificios que no dejan pasar a la gente.

3) Transportes públicos. Si a Ud. le gusta ser tocado, acariciado, transpirado, calentado, aplastado, tómese un ómnibus (Colectivo, más bien), ó subte ó tren.

4) Automóviles. Ud. quiere agarrar por acá y no puede, por allá y no puede, tiene que esquivar varios autos si quiere ir enfrente, tiene que esperar a que pasen para no pisarlos. Nos persiguen los autos. El otro día estaba en una playa de moda, debo decir, y se viene un señor hasta la playa con el auto (para no caminar dos cuadritas, ¿vio?). Además es más cómodo andar en metálico, que ir caminando simplemente con un esqueleto rellenito de carne y de sangre. ¡Fuera peatón! Ud no tiene derechos.

5) El Humo que producen los autos. Sugiero respetuosamente poner respiradores de aire puro en los barrios comerciales –como en Tokio- porque si no lo hacen dentro de 10 años habrá que contratar miles de especialistas de pulmón.

6) Los Ruidos. Haga patria, haga un ruido. Fuerte ese estéreo o mp4, use una bocina (claxon?), rompa un vidrio, martille a las tres de la madrugada, reviente un globo, toque corneta, practique trombón, pero no olvide producir su ruidito. ¡Hágase notar mediante un ruido! No pase desapercibido.

7) Prepotencia. Ya sabe bien que el otro no existe, es malo, inhumano, es peor que uno mismo. Por eso hay que protegerse de ellos de antemano. Es que no son seres sensibles como uno. En fin, no se deje engañar, sea prepotente, maleducado y grosero. La prepotencia es propia de los pueblos fuertes.
Por eso es que Jesús, San Martín, Sidharta, Ghandi, Juan Pablo II, Teresa de Calcuta, Manuel Fangio, Discepolín, Carlos Gardel, Maradona, Picasso, Salvador Dalí y Jorge Guinsburg y tantos otros que no recuerdo (lista interminable) necesitaron de la prepotencia para lograr sus objetivos. Ah, ¿Qué no fue así? Entonces, digo ¿Para qué cornos la usamos?


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