Cuando la moda incomoda.
Víctor Michelón
Probablemente aquellas mujeres que compran sus cosméticos de avanzada se sientan modernas; pueden creer que los adelantos de la civilización les permiten maquillarse. Muchas no sospechan que las egipcias, 40 siglos atrás ya se maquillaban con derivados minerales de la arcilla, de las plantas, colorantes naturales.
El bronceado medio pero no exagerado, desde la primavera, en la actualidad significa el equivalente a gozar de cierto status social, porque las mujeres que trabajan y se ocupan de su familia no pueden lograrlo, salvo en vacaciones. Ese mismo “bello” color de piel hace 100 años, las hubiera transformado en campesinas u obreras porque solo las trabajadoras tenían la piel tostada. Las mujeres de la clase alta exhibían su blanca palidez, demostrando así que no conocían labores, ¡distinguiéndose!
Los trabajosos corsés y miriñaques, último grito de la moda a comienzos del siglo XX, fueron archivados o arrojados a la basura cuando la Primera Guerra Mundial (1914-1918) exigió la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral. Es que en la fábrica o en la oficina tenían que estar cómodas. Y de ahí a los “locos twenties”, la “belle epoque”, donde todo era diversión, prosperidad y vestidos “tubo“que permitían bailar, con corte de cabello “a la garçón”
Pero se produjo la crisis del 30 (crack económico del 29 en realidad), apareció el hambre y la guerra y con ellas una delgadez que espantaba a nuestra sociedad. Ser delgada era ser un hambriento desecho de la guerra. Ese período se acentúo entre 1939 y 1945, los años de la guerra.
Víctor Michelón
Probablemente aquellas mujeres que compran sus cosméticos de avanzada se sientan modernas; pueden creer que los adelantos de la civilización les permiten maquillarse. Muchas no sospechan que las egipcias, 40 siglos atrás ya se maquillaban con derivados minerales de la arcilla, de las plantas, colorantes naturales.
El bronceado medio pero no exagerado, desde la primavera, en la actualidad significa el equivalente a gozar de cierto status social, porque las mujeres que trabajan y se ocupan de su familia no pueden lograrlo, salvo en vacaciones. Ese mismo “bello” color de piel hace 100 años, las hubiera transformado en campesinas u obreras porque solo las trabajadoras tenían la piel tostada. Las mujeres de la clase alta exhibían su blanca palidez, demostrando así que no conocían labores, ¡distinguiéndose!
Los trabajosos corsés y miriñaques, último grito de la moda a comienzos del siglo XX, fueron archivados o arrojados a la basura cuando la Primera Guerra Mundial (1914-1918) exigió la incorporación masiva de las mujeres al mundo laboral. Es que en la fábrica o en la oficina tenían que estar cómodas. Y de ahí a los “locos twenties”, la “belle epoque”, donde todo era diversión, prosperidad y vestidos “tubo“que permitían bailar, con corte de cabello “a la garçón”
Pero se produjo la crisis del 30 (crack económico del 29 en realidad), apareció el hambre y la guerra y con ellas una delgadez que espantaba a nuestra sociedad. Ser delgada era ser un hambriento desecho de la guerra. Ese período se acentúo entre 1939 y 1945, los años de la guerra.
Pocos años después la mujer ideal eran las Gina
Lollobrigida, Ana Magnani, Sofía Loren, Marylin Monroe, Mamie Van Doren, Doris
Day, Anita Ekberg, hasta la misma Ursula Andrews. Lo que hoy se consideraría
“gorditas”.
En una franquicia de películas del 2001 y 2004 “El diario de Bridget Jones”
Renée Zellweger representaba a una gordita de irresistible atractivo sensual
para dos galanes ingleses. Para las primeras dos películas Zellweger subió 14 Kg.
de peso en cada oportunidad y tal vez en Octubre o Noviembre de este año (2013)
se presentará la tercera de sus películas como chica gordita. Creo que esto no
favorece en absoluto la salud de la actriz.
Los hombres a diferencia de los modistos y de los medios
tienen sus ideas particulares sobre la belleza femenina, esas gorditas les
gustaban… les gustan. Lo que natura “non da” la cirugía “non presta”. Es puro plástico
insensible.
Pasada la idea de delgadez como hambre tras la guerra llegamos a los inefables años 60. En 1966 aproximadamente, una modelo británica llamada Twiggy, se erigió como la mujer más delgada del mundo. Época de liberación sexual, de minifaldas de Mary Quant; moda inglesa que se impuso en todo el mundo.
Las modelos de la revista Playboy, símbolo del erotismo femenino, comenzaron a ser cada año más delgadas. Las “rellenitas” quedaron por suerte como coto exclusivo de los varones en su intimidad. ¿Quién iba a escucharlos? Así comenzó en la década del 70 la epidemia de anorexia. Una patología –emaciación- solo conocida en las guerras. Proliferó la atención de la anorexia y la bulimia como tratamiento especializado y se escribieron cientos de libros al respecto.
Aclaro que solo estoy describiendo una sucesión de hechos; de ningún modo me propongo para explicar las causas ni las estructuras de estas patologías.
Otro factor a considerar es el notable cambio de rol de la mujer en el devenir histórico. La mujer trabajando fuera y dentro de su casa, los movimientos de liberación femenina del siglo XX, el feminismo: la cuestión del género. No deseo extenderme tanto.
Pasada la idea de delgadez como hambre tras la guerra llegamos a los inefables años 60. En 1966 aproximadamente, una modelo británica llamada Twiggy, se erigió como la mujer más delgada del mundo. Época de liberación sexual, de minifaldas de Mary Quant; moda inglesa que se impuso en todo el mundo.
Las modelos de la revista Playboy, símbolo del erotismo femenino, comenzaron a ser cada año más delgadas. Las “rellenitas” quedaron por suerte como coto exclusivo de los varones en su intimidad. ¿Quién iba a escucharlos? Así comenzó en la década del 70 la epidemia de anorexia. Una patología –emaciación- solo conocida en las guerras. Proliferó la atención de la anorexia y la bulimia como tratamiento especializado y se escribieron cientos de libros al respecto.
Aclaro que solo estoy describiendo una sucesión de hechos; de ningún modo me propongo para explicar las causas ni las estructuras de estas patologías.
Otro factor a considerar es el notable cambio de rol de la mujer en el devenir histórico. La mujer trabajando fuera y dentro de su casa, los movimientos de liberación femenina del siglo XX, el feminismo: la cuestión del género. No deseo extenderme tanto.
La reciente difusión periodística de la muerte de algunas modelos, en
particular una en 2011 que realizó campañas públicas contra la anorexia, sirvió
tal vez, para que el público enfocara la delgadez exagerada en la mujer como
problema.
Hace muchos años ya que un porcentaje dado de las anoréxicas
muere.
Dado que es una condición que afecta a las adolescentes y adultas
jóvenes, las que no mueren en el curso de su delgadez, sufren los efectos de la
misma después de los 40 años o en la mediana edad : problemas osteo articulares,
en fin, problemas en los huesos y en su producción de hormonas. No soy
especialista en la materia, aunque sé que los especialistas en estas
condiciones piensan sobre ella en forma dispar. Lo que en verdad me produce
toda esta historia es miedo. Ellas creen ser bellas cuando para nosotros son
“demasiado flacas”. Para ellas “se es delgada o no se es”
Termino esta reflexión con una ironía ¿Será una cuestión
entre mujeres, diseñadores y periodistas? Porque a nosotros, los varones… nunca
nos preguntaron. ¡Se arreglará con cirugía!... ¿si…?
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