Por Estela Maidac *
Los cambios culturales y los cambios que ha experimentado el lugar de la mujer en la sociedad han provocado la descolocación de muchos hombres. Ha perdido vigencia lo que, en 1949, en El segundo sexo, escribió Simone de Beauvoir: “Nos preguntamos qué es una mujer; para un hombre la pregunta no se plantea; la masculinidad es autoevidente”. Hoy la masculinidad ya no es autoevidente. En las últimas décadas la prolongación de esa etapa llamada socialmente adolescencia y la pérdida de los ritos de iniciación desdibujaron el pasaje que ofrecía semblantes identitarios. Por otra parte, la imagen del hombre como proveedor y sostén de familia se derrumbó. Las propias mujeres son a veces portadoras de mandatos desvalorizadores, además de ser desvalorizadas por esa disociación (“la madre” y “la puta”) que suele producirse en la masculinidad.
X llegó al análisis luego de la siguiente situación: luego de empezar a convivir con su novio, ella insistió en proponerle “tener un gatito”. La negativa de él era cada vez más fuerte, a lo que ella le dijo algo así como: “Entonces, separémonos”. Esa noche, él no llegaba y ella se fue a dormir. De golpe se siente sacada de la cama y arrastrada por la casa agarrada de los pelos. El grita desaforadamente acerca del planteo de ella de separarse. La golpea y la deja tirada y llorando se dirige al teléfono a llamar a su madre diciéndole que X lo quiere dejar. Ella aprovecha y sale corriendo de la casa. Toma un taxi y se va a casa de una amiga. Al día siguiente su padre la acompaña a hacer la denuncia. Esta situación la llevó a pedir análisis en el que llegó a ver que, por su parte, había desestimado que él se drogaba y solía tener reacciones violentas.
Cotidianamente los medios nos presentan casos de femicidio. Es innegable que en las últimas décadas el mundo ha cambiado radicalmente a causa de la globalización. Las pautas culturales de cada país o región tienden a borrarse. Pensemos que cuando se inició la era industrial era tal la necesidad de mano de obra que hasta se incorporaron al mundo del trabajo a las mujeres y a los niños. El número de puestos de trabajo empezó a reducirse consecuencia de la aplicación de políticas neoliberales. Ahora las mujeres se transformaron en competencia para los hombres en el actual mercado laboral. Me pregunto si esta pérdida de lugar a nivel social no fue generando cierta feminización de los hombres que no se sienten a la altura de responder a lo que la sociedad les exige.
Los hombres tienen poca chance de encarnar amos. Ellos también son víctimas aunque no dejan de ser responsables de sus actos. Pienso esto como la cara feroz de la no relación sexual a la que el amor hecha un manto de pacificación. Lacan dice que el discurso capitalista forcluye el amor y pone al desnudo lo peor. No se refiere al amor pura idealización que vira en un instante al odio sino ese amor que acepta la falta en el partenaire expresado como: “Dar lo que no se tiene a alguien que no lo es”.
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