lunes, 25 de junio de 2007

LA PELICULA DE LA VIDA


Hace pocos días vi una película que trataba de una larga navegación de varios meses a bordo de un Galeón o Goleta del siglo XIX. Sus personajes no marinos vivían con suma angustia el constante movimiento de la nave, con un mar de fondo –abajo y a los lados- que los sacudía de aquí para allá, mientras les arrojaba gran cantidad de agua encima. Olas sin tormentas que pasaban de un lado al otro del cascarón. De vez en cuando se desprendía alguna viga o madero, una vela o un ornamento, que los golpeaba a traición. El médico del puente siempre muy atareado.

Fuera de este piso muy poco sólido, sus personajes vivían los diferentes problemas entre ellos mismos, por prestigio o por maldad, o envidia o celos; para quedar bien con las damas a bordo o para congraciarse con algún oficial, para ganar una discusión sin importancia alguna, perdida en esos mares lejanos. Peleas para que los chicos se disciplinaran, caricias y manos duras. Padres presentes y ausentes. Un poco de sexo, nunca suficiente. Amores furtivos.
Creaban rumores, chismes y hablaban bien o mal de los demás.
Como se trataba de un barco de pasajeros, las Damas y Caballeros a bordo, lógicamente, no trataban con la tripulación del barco, salvo con los oficiales. Los ingleses no cruzaban palabra con escoceses, irlandeses o americanos. En verdad cada uno de los grupos solo hablaba entre sus compatriotas, aunque no con todos sino con sus pares.
Las damas de compañía habitaban en el segundo puente junto con secretarios y asistentes, y las mucamas y personal de servicio se ubicaba en el tercer nivel, cerca de la quilla, bien lejos del sol y bien cerca de los marineros.

Los sucesos más triviales para el espectador, eran adornados con expectativas y miedos personales, dudas, rituales. Magia particular de esa película por mostrar los sentimientos de todos los viajeros. En una tormenta estremecedora para esa cáscara y ante el peligro de un naufragio, un asistente se suicida con escopeta por temor de morir ahogado, ataque de pánico.

Los vómitos y mareos permanentes, escorbutos y gripes fuertes, personas en cama, mucho temor a la muerte. Vaya cuerpos sin suerte.

Algunos elementos comunes a todos los embarcados: temor a los piratas, pánico en las tormentas, superstición hacia todo lo “diferente”, permanente deseo de llegar a tierra: verdadero sueño luego de tres meses en el agua. Y muchos cuentos y leyendas de bucaneros sin cabeza, el diablo, los muertos vivos, los barcos fantasma: charlas que parecían filosofía y religión.

Al contar la película y sin buscarlo, podemos encontrar un paralelo con cualquier vida humana, con cualquiera de nosotros:

Sufrimiento que proviene del ambiente en que se vive, donde se mueve el piso a cada rato. Sufrimiento que nos causan los demás, intencionadamente o sin darse cuenta.
Sufrimiento por lo que proviene de nuestro mundo interno, dudas, temores y obsesiones.
Sufrimiento producido por nuestro propio cuerpo.

Sabiéndolo o no, el guionista relato la vida humana en forma de metáfora, navegación que, por ahora, no dispone de puerto seguro, aunque todavía no nos hundimos.




2 comentarios:

  1. Hum!! Fijate que hoy platicaba con mi amiga precisamente de la vida como una pelicula, cuando eres conciente de ella es porque hablas del pasado, pero ¿quien puede asegurar que realmente existió?
    Las angustías pasadas suenan a broma o a pesadilla en el presente, y cuando en realidad eres la protagonista en acción de la pelicula no puedes asir lo que vives...

    por otro lado, sí, creo q una embarcación es una buena metafora de la vida, pero gracias a Dios yo tengo un puerto seguro a donde arrivar, y bueno todavía no me hundo.

    un abrazo

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  2. Hola nuevamente.
    Tienes mucha razón, todos los aspectos de los que trata la película son una fina imagen de la vida humana, creo que fue una buena manera de reflejarla; intencionalmente o no, aquel piso inestable y las relaciones envueltas por tensión es lo que vivimos hoy en día.
    A nuestro ritmo ya no hay de otra.

    Saludos!

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