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viernes, 15 de julio de 2011
¡DUELE!
SERA POR ESO QUE LA QUIERO TANTO…
La teatralidad y el socio derroche se despliegan insolentes en las calles de la gran ciudad, para decir lo suyo en este drama urbano que nos observa panópticamente, que desea hacernos participar de esta “asociación libre colectiva”, que se da en largas filas para esperar colectivos y en ómnibus atestados de personas aplastadas como sardinas; que “esclarece” en las colas de los bancos; “ordena” a gritos en los trámites; habla muy fuerte en sitios públicos “para que escuchen, ¡carajo!” o el “Atrás” de al empleada pública de Gasalla;, se disfraza de mujer bonita en los bares de los barrios “donde hay que estar” para vincularse; roba el asiento a enfermos, embarazadas, viejos y discapacitados; nos observa feroz detrás de sus lentes oscuros, aunque muestra el reloj tras el polarizado, siempre caro.
Teatro de la calle, zona de luchas callejeras a gran velocidad, donde algunos tratan de avanzar a toda costa, apurados, a empujones, a codazos, como sea. No hay lugar para enfermos, débiles, viejos, niños, embarazadas, extraños de todas clases, pues solo molestan en la rat race (carrera de ratas), expresión que inventaron los norteamericanos para describir exactamente ‘esto’ que explico. Porque lo de Buenos Aires, ocurre en todas las grandes ciudades.
Según Sabato…”Quiero hablarles de Buenos Aires. Aunque no vivo en ella y me resultaría insoportable, la reconozco como mi ciudad… Ella representa, lo que es la vida en las grandes urbes donde viven, o sobreviven, millones de habitantes…”.
Jorge Luís Borges…”No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto”. O Cacho Castaña, que se animó una vez a decir lo que pasaba acá en una canción, que fue directamente prohibida por el gobierno militar.
Ni hablemos de lo que dice la gente de las humeantes calles de puro veneno y aceras, obstruidas por obras en construcción, repletas de baches, basura, suciedad, ni acaroína tiran ya.
Según Juan José Sebrelli, conocido sociólogo argentino… “La contaminación ambiental – polución, ruido y malos olores – y los accidentes de tránsito, una de las principales causas de muerte en la ciudad –no preocupan a las autoridades y poco a los ciudadanos, salvo a una agrupación de familiares y amigos de las cada vez más numerosas víctimas. Según estadísticas, Buenos Aires ocupa el segundo lugar en el mundo en accidentes automovilísticos… Es la primera causa de muerte en menores de treinta y cinco años y la tercera de la totalidad de la población … y más de la mitad de las víctimas son peatones… “
Los habitantes de todas las grandes ciudades se parecen bastante entre sí. Limeños, Neoyorkinos, Parisinos, Paulistas, Romanos, etc.
En las provincias de Argentina se tiene en general una clara idea que qué cosa es un porteño, ya que nos reconocen con sólo mirarnos cinco minutos. Igual ocurre con los extranjeros que muchas veces confunden a los porteños con todos los argentinos, y no es exactamente que nos amen, ¡caramba!.
No hay más que mirar las formas de vestir, los gestos, escuchar las formas de hablar, los pequeños tics, el eterno celular “salvador”, el taxi oportuno, los metálicos tanques de guerra que llaman autos. ¿A quien se le ocurrió que todos tienen que tener un automóvil? Es que si fuese así los habitantes tendríamos que irnos de la ciudad – bueno, muchos ya se fueron al interior del país o al extranjero.
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