Cerca de 1990 compré
un pequeño libro de Ray Bradbury titulado “Zen in the Art of Writing” compuesto
por once escritos cortos, que luego presté a alguien y nunca más volvió; y si
lo menciono es porque produjo un fuerte impacto en mi vida. El ensayo hablaba
del escribir con la pasión con que se habla de una amada y decía que él saltaba
todas las mañanas de la cama por el gusto y la curiosidad por escribir. Sostiene
que para escribir se necesita gusto, pasión y ansias.
Dice el autor…“Así que si el arte no nos salva, como desearíamos, de las guerras, las
privaciones, la envidia, la codicia, la vejez ni la muerte, puede en cambio
revitalizarnos en medio de todo. Segundo, escribir es una forma de
supervivencia. Cualquier arte, cualquier trabajo bien hecho lo es, por
supuesto. No escribir, para muchos de nosotros, es morir. Debemos alzar las
armas cada día, sin excepción, sabiendo quizá que la batalla no se puede ganar
del todo, y que debemos librar aunque más no sea un flojo combate. Al final de
cada jornada el menor esfuerzo significa una especie de victoria...”
Esto se une a la
potencia terapéutica del escribir las propias emociones en historias que ha
sido descripta en una nota anterior de LaMagaHoy.
Cuando tiraste al
blanco millares de veces no tienes que mirar el blanco para acertar al centro,
o eso es lo que dice el budismo Zen. No sé si me lo creo.
De niños cuando la maestra
nos pedía una composición “tema:” nos congelaba de miedo. El pánico frente a la
hoja en blanco, el viejo miedo frente a las composiciones de la escuela o temor
a escribir no son sólo propiedad de los alumnos frente a la ‘seño’ ya que los
aspirantes a escritores y ellos mismos lo sufren a menudo. Y si las musas no se
acuerdan de uno, no hallará inspiración en las universidades, escuelas o Internet
para producir escritos originales.
Bradbury -uno de los
mejores escritores contemporáneos de fantasía, ciencia ficción y ensayos- comparaba
el arte de escribir con andar en bicicleta o con el arte del tiro con arco. Afirmaba
que si él podía escribir, cualquiera podía hacerlo, aunque para quienes no
somos escritores la cuestión no suele ser tan sencilla. Sugería algunas
fórmulas bien sencillas como: no pensar, relajarse y disfrutar con gusto de la
escritura. Disfrutar y jugar con las ideas y trabajar, pero no como el deber
penoso que todos odiamos o como esclavo de las letras sino como su socio. Trabajar duro durante años; mucha
transpiración y un poco de inspiración.
Según él quienes
desean hacerse famosos en círculos literarios o trabajar con la escritura han
equivocado el camino. El amor a la escritura y lo que se desea de la vida eran
lo más importante para Bradbury.
Esos días que te
aburres, que estás perdido y la angustia te rebasa, cuando no ves salida, esos
días, escribe.