miércoles, 6 de diciembre de 2006

La alegría de la expresión

Recuerdo un pasado tan caótico como este presente, que no era divulgado o que, cuando lo era, lo hacía de la mano de los periodistas de los grandes medios. Las guerras eran justas caballerescas, entre los representantes del bien y los del mal; los homosexuales se ocultaban temerosos, al punto de desconocerse su existencia; las mujeres protagonizaban la escritura de los mejores libros de cocina, y las noticias del hambre en el mundo eran un asunto reservado a los especialistas. Cualquier distraído podría creer en el “paraíso perdido”, es decir, que había un mundo mejor: más rico, más sano, sin violencia irracional, sin racismo, un mundo 'seguro' con igualdad absoluta entre todos los hombres, que eran buenos…

No está mal como fantasía, porque es placentera.

Quienes debían informarnos y formarnos, nada nos decían sobre un peso por indio muerto, ni sobre la patagonia rebelde, las represiones a los obreros ni de la muerte de los sindicalistas europeos, que muchas veces eran como nuestros abuelos. El petiso orejudo, la fabrica Vasena, los golpes militares, la sacrificada vida de los inmigrantes, los 'cabecita', no eran noticia para los medios de esa época. Tal vez porque sólo un porcentaje pequeño de la población sabía leer y porque los paseos y las notas de sociales ocupaban todo el espacio de los diarios importantes de nuestro país. Había excepciones, como “Caras y Caretas”, pero los “dueños de las noticias”, en general, decidían lo que debíamos leer.


Quizás por eso… sentí una gran emoción cuando empecé a tener la posibilidad de ‘discutirle’ las noticias a los propios periodistas, gracias al Internet. Cuando lo publicado en los medios comenzó a ser cuestionado, rectificado, castigado en sus omisiones imperdonables y replanteado. Por suerte, el público dejó de ser receptor pasivo, hasta el punto que ahora se estila un periodismo participativo de periodista-lector.

Creo que lo real ha sido igual desde que el mundo es mundo. Lo que no existe ahora, son las anteojeras del creer que algo es cierto porque está escrito en un medio. La realidad de las cosas seculares está muy iluminada, pues todo se sabe y es muy difícil “vender buzones”. Todavía faltaría que además de los blogs y de los foros comience la verdadera libertad de prensa, y que las empresas periodísticas dejen de jugar con lo estómagos de sus excelentes profesionales. Como la nobleza y el zarismo, algo se está terminando. Lo bueno es que yo puedo participar de esto, para que alguna vez la palabra democracia quiera decir algo. Para mis nietos.

Víctor Michelón
L.E.: 7.616.688

Envianos tu propia experiencia a experiencias.com@gmail.com


Publicado por Clarín.com en Diciembre 5, 2006 12:48 PM | Enlace permanente

No hay comentarios.:

Publicar un comentario